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Horacio Quiroga |
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Dios |
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Fernando Vallejo |
Decir que destruir es mas fácil
que crear es un lugar común. El proceso de creación requiere de cierto
atrevimiento, de la dosis de irreverencia que implica ser inmune a la crítica y
de la nobleza de carácter de admirar en otro el talento sin caer en el pecado
capital de la envidia hasta el punto de querer apropiarse de su obra como
Ricardo Azolar al asesinar a Daniel Valencia en la obra de Eduardo Liendo “Los
platos del diablo”. No existen recetas de cómo escribir: Mario Vargas Llosa
termina su obra “Cartas a un joven novelista” conminando al lector de no dar
tanta vuelta ni buscarse tantas excusas para hacerlo. Si el deseo es genuino
basta con actuar. Horacio Quiroga, aconseja resistir en lo posible a imitar un estilo pues entiende el proceso de
forjarse un estilo propio como una búsqueda incesante. Milan Kundera, en el
arte de la novela; pone la historia como un marco referencial en la novela e
invita a descubrir espacios vitales nunca antes vistos, además de juzgar a Don Quijote de la Mancha, magna
obra de las letras hispanas de Miguel de Cervantes y Saavedra como el precursor
de la novela moderna. Fernando Vallejo critica abiertamente la óptica del
escritor que juega a ser Dios metiéndose en la mente de un personaje pretendiendo
adivinar o establecer lo que va a decir o a hacer o ser un tercero. Solemos leer a los que ya han tenido
éxito en ese oficio; éxito en premios de reconocimiento internacional, en
cantidad de libros vendidos, en lágrimas sacadas del público target que el
marketing editorial ya definió que alude a la necesidad imperiosa de muchos de
reflejarse en lo que lee y aferrarse a cada página, oración, palabra y letra
como una tabla que flota precariamente en el mar de su inconsciente agazapado
en su realidad. En no pocas ocasiones; el primero de los nombrados agradeció
infinitamente a su esposa por aislarlo de la cotidianidad para permitir que
escribir sea su trabajo de oficina, Horacio Quiroga se sobrepuso a sus
tragedias personales y hacer catarsis escribiendo historias cortas que
atrapaban el interés de muchos adolescentes de los años 80 en Venezuela
interesados en sus cuentos hasta el punto que de disputarse con el basket, el
beisbol, el licor y el manual no escrito de como seducir mujeres la preferencia
entre los temas de conversación en las esquinas de un caserío de la geografía
de una isla ubicada en el sur del Caribe. Milan Kundera sobrevivió al silencio
impuesto por la cortina de hierro para refugiarse en Francia y el francés como
nueva lengua para estructurar sus historias hasta convertirse en un referente
mundial de la creción literaria. El último; el ilustre colombiano (Premio
Rómulo Gallegos como el flamante novio casi octogenario de la madre de Enrique
Iglesias) permanente iconoclasta religioso, opuesto a todo; se ha hecho
protagonista de su propia obra en cada uno de sus experimentos narrativos
(Cuando no hace de biógrafo de poetas de su país de nacimiento) que tal vez no
estén llenos de imágenes alucinantes y de metáforas originales mas si
impregnados manera de sus opiniones
políticamente incorrectas acerca de lo humano y lo divino con una prosa
incesante y metódica con la que renuncia irrevocablemente a la responsabilidad de
ser ese narrador omnisciente asumiendo con valentía las consecuencias que deben
tener en sus relaciones familiares destrozar los mitos creados alrededor de
instituciones culturales universales como la madre, la patria, la religión
y la ciencia; pagándolo con exilio y
amenazas de muerte de esos muñecos sin cabeza que su obra ha ido dejando. Crear
es un ejercicio de libertad, ejercer la libertad trae consigo la censura e la
intolerancia con las que se debe vivir liberándose de esos pesados fardos que
son la familia, la sociedad y la conciencia.
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