Lev y Iosif: Los siameses de San Antonio del Táchira


Lev

Iosif



El arrojado periodista norteamericano John Reed nombró la llegada de la revolución bolchevique al poder en Octubre de 1917 como “Los diez días que conmovieron al mundo”, título que le dio a libro que recogió sus impresiones acerca de los históricos hechos que presenció. Tal revolución  acabó con siglos de opresión zarista en Rusia, país que terminó por convertirse en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Quiénes la encabezaban eran sin duda intelectuales de alto vuelo, particularmente Vladimir Ilich Ulianov y Lev Davidovich Bronstein como los prominentes, mejor conocidos por la historia como Lenin y Trostky. Para esa fecha, Rusia se enfrentaba a Prusia en un conflicto bélico representando un grave problema para la supervivencia de la naciente revolución. Lenin era partidario de firmar el armisticio para preservarla; Trostky en continuarla en espera de un levantamiento del proletariado alemán contra el gobierno del Kaiser Guillermo II como el inicio de una cadena de revoluciones ideológicamente afines en toda Europa que aseguraran la permanencia a largo plazo de la URSS pues consideraba que el inmenso territorio y el cruento invierno no serían suficientes para disuadir a las potencias occidentales de intervenir para acabar con las aspiraciones del proletariado ruso, pues además de estos factores fundamentales para el rotundo fracaso de la tropas de Napoleón Bonaparte estaba el hecho de que el resto de las naciones europeas intervendrían para restaurar el zarismo.  La guerra con Prusia terminó con la firma del tratado de Brest-Litovsk, en el que Rusia renunciaba a las aspiraciones territoriales que originaron la guerra imponiéndose la tesis de Lenin y Trostky como militante disciplinado primero firmó en su condición de Ministro de Relaciones Exteriores y luego renunció pues su carácter no era el apropiado para detentar el cargo. Tiempo después, otro actor importante como Josef Dzjugachvili mejor conocido como Stalin se encargó de acabar con cada uno de los miembros del Politburó del Partido Comunista de la Unión Soviética e imponer la tesis del Socialismo en un solo país, que era simplemente cerrar las fronteras de la inmensa nación centroeuropea limitando en lo posible el contacto con otros países tendiendo una especie de cordón sanitario para mantener a raya la influencia del capitalismo decadente. En Venezuela, se trata de imponer un régimen comunista cuyo génesis no está en un grupo de activistas políticos sólidamente formados tanto en activismo como en ideología articulando pensamiento y acción sino en un militar retirado por las circunstancias al fracasar en 1992 su intento de golpe de Estado contra un gobierno democrático legítimamente constituido cuyo poder emanaba de una elecciones libres y constitucionales que consiguió en el marxismo-leninismo una excusa para quedarse indefinidamente en el poder sin importar lo que rece la Constitución de la República impulsada por la camarilla de crápulas, aprobada en un referéndum que contempla un régimen democrático con libertades públicas, separación de poderes  y economía mixta. Luego de 16 años,  luego de fallecido el principal promotor de ésta versión caribeña en el finisterre norte de Surámerica, la economía en medio de una depresión profunda, aderezada con niveles de inflación nunca antes experimentados que amenazan con dar al traste con la iniciativa “revolucionaria” con una inminente derrota en las elecciones parlamentarias pautadas para el 6 de diciembre próximo,  pretende eliminar las evidentes diferencias con el país vecino del oeste acusándolo de todas las calamidades que padece la República obviando su responsabilidad en el cúmulo de incentivos para el contrabando de bienes subsidiados con el erario público desde Venezuela hacia Colombia con el cierre arbitrario de la frontera, deportaciones masivas de supuestos culpables e imponiendo como condición (Entre otras) para su reapertura  el cierre de las casas de cambio que apegadas a la legalidad colombiana operan en Cúcuta, ciudad capital del Departamento del Norte de Santander propuesta a todas luces inaceptable por ser una inherencia en la soberanía del hermano país. La intención es unificar las políticas de ambos países imponiendo por vía administrativa las reformas que han arruinado a Venezuela; de lo contrario, mantendrá cerrada la frontera suroeste (con el estado Táchira) y amenazando con cerrar la oeste (con el Estado Zulia) hasta aislar totalmente el país convirtiéndolo de facto en una isla con consecuencias nefastas para los habitantes de ambas zonas geográficas dada su cercanía con ciudades pobladas del país neogranadino y por ello la intensidad de los vínculos comerciales. El mentado bolivarianismo, de manera forzosa quiere imponerle a los vecinos la improvisación en sus políticas erráticas y caóticas para asegurar su supervivencia como pensó Lev Davidovich Bronstein era la forma de garantizar la Revolución Bolchevique y de no lograrlo como todo parece indicar por la reacción del gobierno colombiano se impondrá la manera brutal tan propia de ese personaje tristemente célebre llamado Iosif Dzugachvili al aislar al país para someterlo al empobrecedor totalitarismo comunista. En ambos casos, el fracaso está plenamente garantizado para el régimen pues el fin es el mismo.

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