La mitología venezolana




Los venezolanos solemos hablar mucho de historia. Nuestra educación y calendario está plagado de actividades y feriados. La primera para aprender acerca de donde venimos, donde estamos y hacia donde vamos. El segundo para ser contados, aguardados, planeados y ejecutar el plan para el consabido puente si “caen” cerca de los fines de semana o lamentarse si resulta sábado ó domingo, mas allá de éste rasgo tan nuestro está el significado de lo que se celebra ó conmemora. Las plazas públicas se ven abarrotadas de las flores alineadas en las denominadas coronas, hay algún personaje que se considera relevante para la comunidad a la que se le da el honor de discurrir acerca de la fecha como acto principal de una sesión solemne que los concejos municipales que están a lo largo y ancho del territorio nacional organizan y que suele rematarse con  la presentación de una agrupación folklórica que deleita a los pocos que viven intensamente la fecha hasta quedarse a ver el fin de la presentación,  a los borrachos que habitan en el espacio público que consiguieron una inusual cosecha  de monedas y billetes de baja denominación en su perenne mano extendida y los que no fueron invitados por el orador de orden quién  ofrece un brindis mas o menos generoso en la medida de sus posibilidades económicas que van a otro lugar a hacer uso de las horas restantes del día libre institucionalizado. Así la vida de la nación sigue transcurriendo con una mitología  arraigada en la psique colectiva como consecuencia de la sucesión implacable de fechas patrias, de discursos públicos sobre hechos que no tuvieron el carácter heroico y sacrificado que los textos que versan sobre el asunto nos dicen. Solo el afán de unos por hacerse del poder y cercar sus parcelas.
 Venezuela, en principio era una Capitanía la cual se define como una entidad político-territorial dotada de escasa autonomía y dirigida por un militar quién debía rendirle cuentas al Virrey que es un cargo de representación del Soberano en cuyo nombre se exigía la posesión las tierras conquistadas. La denominación de Capitanía se hizo en virtud; para algunos, de la escasa importancia económica (Con productos de exportación de poco valor; tales como, cuero, café, cacao y ganado) que tenía el territorio por las provincias que conformaban la Venezuela de aquel entonces que requería de un Capitán General que supervisara y consolidara la jurisdicción del Rey para otros la manera de unificar políticamente unas provincias que se consideraban dispersas. Luego de su creación y declaración de independencia se desató una guerra cruenta entre la Metrópoli y la Colonia que asoló durante once años al país en proceso, pero éste conflicto de proporciones humanas insondables en sufrimiento y muerte trajo consigo otro entre los Generales que pretendían llevar el comando de la lucha. Sobraron las disputas; Bolívar contra una lista larga de insurrectos permanentes desde Manuel Carlos Piar pasando por Santiago Mariño hasta llegar a José Antonio Paéz y que alcanzó su cénit en Haití transcurriendo el año de 1816 durante una reunión entre militares que aspiraban a terminar con el dominio español en la mentada Capitanía en la que discutieron agriamente y hasta llegaron a blandir armas de fuego mientras discutían acerca de donde sacarían los soldados que pusieran el pecho en primera fila al fuego imperial. Una de las opciones era de los esclavos por lo que la pregunta obligada era que le ofrecerían a los desdichados para motivarlos a enrolarse en tal aventura siendo la respuesta lógica: Libertad. Los acaudalados del grupo de conjurados carraspearon, tosieron, se movieron en sus sillones hasta que uno de ellos hizo la pregunta de la noche: ¿Quiénes trabajaran en las haciendas? ¿Nosotros? Menuda contradicción delante de Alejandro Petión;  generoso mecenas de la causa libertaria, en Haití, la nación de esclavos que se ufanaba de haber logrado una especie de liberación colectiva y que con el fin de apoyar a un proceso similar, con la esperanza de convertir en ciudadanos a los africanos desarraigados compulsivamente de su lugar de origen terminaba siendo testigo y lugar de asentamiento de una cofradía de esclavistas que no digerían las ideas republicanas de Rousseau y Voltaire que daban origen a una nación de hombres libres, sino comprometidos con sus intereses crematísticos.
Edgardo Mondolfi Gudat en su libro “El lado oscuro de una epopeya. Los legionarios británicos en Venezuela” publicado en 2011 cita un extracto de una nota aparecida en el diario The Courier en su edición del 29 de noviembre de 1817  que en un episodio mas de su debate editorial con sus acérrimos competidores The Times y The Morning Chronicle expresó lo siguiente:
              “….la verdad del caso es que cada provincia contiene innumerables y discordantes partidas y jefes y que la mencionada “emancipación” no habrá de producir mas que miseria, tumulto y anarquía en esa región del globo.
(…) Si la América española se separa de su dependencia de España devendrá en la existencia de diez mil gobiernos militares hostiles entre sí. The Times informa que: “Bolívar ha considerado que una división de número considerable marche contra Mariño, amenazando con la posibilidad de una guerra civil tal y como ocurrió hace dos años”. También se alude a las disputas entre aquel Jefe Supremo y el General Piar y al hecho de que tanto Mariño como Piar han renunciado a su sumisión a Bolívar.
Se nota, pues que las disputas personales y los altercados por motivos de envidia entre los independientes, incluso en estos momentos acarrean las consecuencias menos favorables para su causa.”

Entre 1811 y 2015, el país ha tenido mas de 20 constituciones producto de las apetencias de los caudillos de turno que buscaban darle legalidad a su intención de eternizarse en el poder, entre ambos años apenas un período de 40  con una sucesión de gobiernos civiles electos por vía constitucional, electoral, pacífica y democrática.  Hemos tenido muy poca institucionalidad pero mucho autoritarismo, gobiernos militares, miseria,  tumulto y  anarquía. Dicho de otra manera, la pléyade de próceres que por la cantidad de nombres aturden al estudiante, no lo hicieron guiados por una serie de principios republicanos que sirvieran de base a la construcción de una sociedad justa, próspera y libre. Solo imagino la cara del General Petión al  enterarse del motivo de la polémica entre aquellos oficiales a los que generosamente brindó apoyo político y material. Resulta increíble que una montonera con ausencia de unidad de mando,  dispersión de esfuerzos derivada de ésta,  precariedad de los pertrechos para el combate, sin soslayar la manera fraudulenta como conseguían soldados para sus filas tanto dentro como fuera del país haya derrotado un ejército profesional, con experiencia en combate por la defensa de España ante la invasión francesa encabezada por Napoleón Bonaparte y bien dotado como el español. No es descabellado pensar que simplemente la metrópoli perdió interés en una colonia pobre y destinada al naufragio institucional. La historia oficial no cuenta nada de esto que representa la letra pequeña que todo contrato hecho de mala fe suele tener. 

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