Cabalgando un morrocoy (Ejercicio "literario")





Nostalgia. No creo que todo tiempo pasado fue mejor. He aprendido a tomar los cambios tal y como vienen, pues para bien o para mal; son inevitables. Antes era una especie de rombo en medio de la Av. Francisco de Miranda que servía de antesala al area de Chacao que tenía aire familiar de vecindario de clase media-media, de inmigrantes del sur de Europa. Ese era el lugar fijado para el encuentro. Una vez en la unidad, demoramos mas de una hora para salir de la ciudad rumbo al destino. Tráfico lento, pesado, humeante, todos los autos con luces encendidas, camionetas 4x4 de último modelo, de edición limitada (Como todo en éste país) conviviendo con vehículos de los años setenta, ochenta y noventa que son mayoría evidente, muchos de ellos con el capó abierto a la vista del atribulado chofer acompañado de otros ocupantes que buscan la solución en la pantalla de su celular o en el horizonte cuyo fin no divisan. Motorizados, motorizados, mas motorizados en fila india casi que dotados de equipos de las mismas características. Maracay, Valencia se lee en la señalización. Mas tráfico, andar lento, mas vehículos accidentados, recalentados, mas smog, vapor intenso que sale de motores colapsados y que se confunden con el humo que proviene de la lengua de fuego que acaba con la incipiente vegetación de la orilla de la autopista. Ojos irritados en los compañeros de viaje, “Debí traerme el colirio” piensan varios, otros usan la manga de su franela como tapa boca, otros buscan conciliar el sueño en medio del agradable ambiente del autobús con un aire acondicionado que funciona generosamente pero que cae abatido ante la impertinente invasión del humo proveniente de la combinación de pasto verde y seco. El hombrillo como área destinada al refugio de los autos averiados cedió su espacio al paso impetuoso de los rústicos y vehículos de reciente data con choferes apurados, soberbios. Dioses que reclaman trato preferencial por encima del resto de los mortales a quienes ven con desdén. “Paradores turísticos” especie de sambódromos ubicados a la vera de la autopista que ha derivado en vetusta carretera por la sobreexplotación ante la falta de una ampliación o vías alternas que le sirvan de alivio, atestado de vehículos de todo calibre predominando los autobuses. Expresos Occidente, Expresos Los Llanos, Aeroexpress, Expresos Maracaibo, Guanare, Acarigua, Barquisimeto, Mérida. Familias en fila ante la cajera para atender la poco cordial instrucción: “Compre su ticket para ser atendido” decidiendo ante una dama tras el aparato lleno de teclas, conectado con pantalla e impresora que suelta papelitos y mas papelitos cortado con precisa rectitud con la paciencia perdida, conteniendo un grito de impotencia y de agobio con una sonrisa nerviosa en los labios con un ceño fruncido. Los niños no se deciden entre la de salchichas con salsa rosada y la de queso telita debatiendo sus preferencias entre esas dos opciones y otras que van agregando a medida que pasean su vista por el área de faena descubriendo otras posibilidades, aún faltan tres niños del mismo grupo por decidir además de la madre quién lleva tiempo en silencio, sin tomar partido en la discusión que escruta la lista de rellenos para las humeantes arepas sin estar muy segura de lo que piensa pedir. En paralelo, el dueño de esa casa donde salió el amplio grupo familiar interpela a la distancia a los encargados de las licuadoras por la falta de una lista que de a conocer la variedad de frutas con las que el vernáculo tentempié puede ser acompañado, los cestos de basura repletos, ya colapsados por lo que el público deja caer al piso lo que está desechando sin importar mucho el destino final. Los baños con el papel higiénico racionado, colocado en dosis sobre el oxidado y vacío dispensados de servilletas para mano y rostro, olor pestilente emanado de las verduritas flotantes en el agua y el líquido amarillo intenso cuyo nivel ya rebosa la mitad de la taza de la poceta, alfombra de agua que tapiza el piso del baño todo a media luz que invita a salir lo mas rápido posible de ese lugar, en el comedor; la misma familia de la fila ante la caja, los niños apenas mordisquearon la arepa, ahora discuten por sube y baja mecánico en forma de cerdito o el carrito de luces amarillas y sonido surround, la madre taciturna, resignada dirige la vista hacia la autopista con los ojos vidriosos, rictus de desespero mientras oye al padre de los niños recriminarle acerca de la conducta pendenciera de los párvulos producto de la falta de cuidados y supervisión, otro de ellos chupa de los pitillos el fondo de líquido dejado en vasos plásticos y latas de refresco otras mesas. En la autopista, los carros se sucedían sin cesar, a mayor o menor velocidad, rompen el viento, dejan su estela de humo, un camión cargado de algo que no se puede ver por estar cubierto de una pesada y pestilente entra al lugar, se estaciona en el primer lugar disponible. El chofer se baja con un chinchorro en el hombro iniciando con desespero la ceremonia de extendido y colgado bajo la plataforma que lleva la pesada carga. El autobús retoma la ruta, canal lento despejado, motorizados en aparatos de dos ruedas y dotados de motores de alta cilindrada pasan a toda velocidad por el canal rápido en una cadena infinita, por el hombrillo unos jóvenes en vehículos de dos ruedas se desplazan a menor velocidad en dúos de chofer y parrillero entre quiénes media una caja de cerveza llena y dispuestos a seguir la francachela del inicio del fin de semana largo. Estado Aragua, El Consejo, Cruz de Chaguaramos que distingue a añeja Hacienda colonial que sirve de base al mas tradicional de los rones venezolanos. Estado Aragua, Turmero, domina el paisaje los silos de la empresa que procesa el maíz que sirve para fabricar la harina de maíz precocida. Estado Aragua, Maracay, a la derecha la redoma presidida por un avión que alguna vez fue utilizado con fines militares, a la izquierda vetustas instalaciones industriales, derruidas por el tiempo, que se niegan a morir sin hacer caso al ominoso presente, se detiene el autobús, nuevamente el tráfico pesado, en el sonido interno del autobús se oye “Burbujas de Amor” de Juan Luis Guerra acompañado de ronquidos de algún ocupante rendido por el tedio y el cansancio, el susurro de la pareja que conversa evitando ser escuchados, el monótono sonido del adolescente que juega con alguna aplicación de su teléfono celular. Las luces de los vehículos va entrando entre las cortinas de manera intermitente, coro de cornetas, pitos o claxons de los ocupantes con motor de la vía. En medio de la penumbra, precariamente alumbrados un trío de damas ofrecen café, agua, refrescos a los vía andantes. Bienvenidos a Carabobo, dice el anuncio cargado de rojo y con la imagen de los sátrapas en ejercicio de opresión. Muchas chimeneas apagadas, muchos galpones abandonados, el autobús se sacude al pasar por un pavimento cubierto de unos tales reductores de velocidad, seguimos avanzando dejamos atrás la “señorial” ciudad como repetía el coro de una canción de la Billo´s Caracas Boys. Area de trasvase de paisajes, ahora menos urbano y mas rural. A la izquierda quedó y se adentra en una noche mas espesa, no hay alumbrado público, la poca luz que hay en el ambiente es la que proveen los apurados y fugaces actores de la road movie en el escenario de asfalto. Suena “Un hombre busca una mujer” en la versión merengue de Josie Esteban y La Patrulla 15, ahora hay mas ronquidos y el ruido incesante y monótono del motor, la vía deja de resultar familiar, no hay recuerdos de ella solo se aprecia la línea blanca contínua de la tortuosa carretera, vegetación, matorrales, árboles, una luna que pelea con las nubes para dejarse ver por la izquierda pasan mas y mas vehículos que llaman rústicos o 4x4, algunos remolcando motos de agua, lanchas de pequeño calado, una especie de carreta con un caballo a bordo, de repente un Ford Maverick de mil novecientos setenta y pocos pasa con un sonido de estruendo, una casa ahogada por el monte con un bombillo apenas. Mas monte, arbustos, hierbas, árboles, otra casa con bombillo todo como en secuencia propia de la persecuciones en Los Picapiedras, todo igual, de repente la armonía era rota por un rancho precario con un bombillo hecho con láminas de zinc a punto de desplomarse con el viento de los carros, camiones y autobuses con un letrero que reza: “Reparasion de cauchos a toa ora”. El monte empieza a hacerse mas ligero, ya no hay tanto verde, ahora unos largos y delgados cocoteros en grupo hacia la derecha del autobús, de vez en cuando se deja ver la espuma del oleaje de la playa. Me preguntan donde estamos, honestamente lo ignoro, solo se es que estamos cerca del mar. Entre tanto paisaje en blanco y negro que muestra la pantalla del autobús, con el arrullo del ruido del motor me dormí en una suerte de pestañeo largo y me desperté viendo el oleaje de un mar en sepia, desaparecen las hojas, todo el monte es pequeño, solo hay cocoteros y la pesadez propia de quién ha dormido mal, sin cepillarse los dientes, sin pijama, en mala posición, en un asiento doble de autobús, muchas vallas de propaganda, “Aquí se construye….”, Obra: “Escuela Rural Negro Primero”, Monto: XX,XXX,XXX,00”, “El gobernador Crápula trabaja para ti” con una foto del insecto adosada, “OBAMA REVOCA EL DECRETO YA”. “Bienvenidos al Estado Falcón, TERRITORIO CHAVISTA”. TUCACAS XX KMS, menos vegetación y mas olor a mar, la carretera es una recta, se incrementa el tráfico, el ambiente musical también varía con el inicio de un contrapunteo entre Maelo Ruiz y Tito Rojas. “Otra vez, Maelo Ruiz” y “El gallo de la salsa”. “Amiga” y “Por mujeres como tú”. En el horizonte; las luces rojas de los stops de los vehículos que van adelante como cocuyos de tipo variado y en tropel, la oscuridad sin final apenas vencida por los faros del autobús.



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