La dolarización


Los expertos  en las ciencias sociales han tenido en América Latina el lugar donde probar las (más) diversas teorías. El subcontinente ha estado plagado de dictaduras militares de tinte tecnocrático y manifiestamente de derechas como en Brasil y Chile, además de Argentina, Paraguay  y Uruguay que tenían como excusa el servir de muro de contención en el terreno fértil que éstas sociedades ofrecían a la utopía socialista, expresada en virulentas protestas de calle y guerrilla urbana que se planteaba la llegada al poder por medios violentos, en respuesta a  planes económicos apegados a la más feroz ortodoxia neoliberal, lo cual no significó la inexistencia de otros planes de distinta orientación que ponían en práctica vías autóctonas para el desarrollo. La consecuencia de estos planes siempre ha sido la misma: Crecimiento económico, inflación moderada  y reducción del desempleo los primeros años, y años posteriores en medio del marasmo de la recesión, protestas de calle, hiperinflación, fin del gobierno para dar paso a otra propuesta; sin embargo, se ha avanzado algo, en los años 70 el sub-continente era un mar de dictaduras, rodeando algunas islas de democracia como Venezuela (Ahogada en petrodólares) y Colombia (Acosada por la guerrilla y por el narcotráfico haciendo vida activa en la política). Ese mar de dictaduras se fue desmembrando y ahora tenemos océanos de democracia coexistiendo con neototalitarismos como Bolivia, Venezuela y Nicaragua y la última dictadura clásica: Cuba.
Uno de estos experimentos consiste en la dolarización, la cual  se ha realizado en Panamá que representa la experiencia de mayor data, y posteriormente en El Salvador y Ecuador, todos  con el  objetivo principal de  dar estabilidad macroeconómica y abatir la inflación (Auténticos vellocinos de oro para los economistas locales), así como otra experiencia con otros matices como en Argentina con la denominada caja de conversión con un esquema moderado; pero, con idéntica finalidad a los mencionados anteriormente. La caja de conversión consiste en mantener el monto de la base monetaria local, en relación con la cantidad de dólares disponibles en reservas internacionales, de tal manera que la primera (Base monetaria) aumenta o disminuya en el mismo sentido y en  relación directa a como lo haga la segunda (Reservas Internacionales); es decir, que la base monetaria crece en función de un aumento de los ingresos por exportaciones, o por un aumento en la inversión extranjera o por el aumento del nivel de endeudamiento externo. Ese aumento se refleja en el aumento de la liquidez monetaria, causando  la disminución de las tasas de interés y la dinamización de la actividad económica, ocurriendo exactamente lo contrario si las importaciones crecen más rápidamente que las exportaciones, si hay fuga de capitales y si existen salidas significativas de dinero para cancelar el endeudamiento previamente contratado.
Revisando los indicadores macroeconómicos durante la vigencia de la caja de conversión el PIB de Argentina creció de manera importante durante los primeros cuatro años, se redujo la inflación en medio de una gran inestabilidad de las cuentas fiscales, además de un déficit recurrente en la cuenta corriente de la balanza de pagos. La relación está en que el déficit fiscal recurrente presiona el consumo, sin un mecanismo de ajuste del tipo de cambio la mayor demanda de divisas no se refleja en una depreciación del tipo cambio incrementando la demanda de productos importados y perjudicando el sector externo. Si las autoridades reducen la base monetaria o aumentan la presión fiscal, aumentan las tasas de interés, se detiene el consumo disminuye la presión sobre el tipo de cambio mejorando las cuentas externas, ésta opción si bien es posible su implementación resultaría políticamente muy costosa en época de elecciones, por ello se posterga el proceso de ajuste recurriendo al endeudamiento externo, el denominado “blindaje” que en el caso argentino consistió en un auxilio financiero de una magnitud enorme para mantener la ilusión por unos pocos años más.
Ecuador adoptó el dólar como moneda local y desde su implementación ha crecido de manera errática, ha disminuido la inflación, ha caído el desempleo todo esto acompañado de superávits fiscales (¡No se sorprenda!) entre el 2000 y el 2008 para luego sufrir déficits fiscales en el período 2009-2011 y una cuenta corriente cuyo saldo se alternan entre positivos y negativos por períodos, negativos entre el 2001 y el 2004, positivos del 2005 al 2008  y negativos del 2009 al 2011 en un rango que oscila entre -3.94 y 4.37 del PIB durante todo el período, lo cual puede parecer un mal menor pero resulta preocupante en medio del período más prolongado de alzas en el precio de uno de los principales rubros de exportación de Ecuador: El petróleo.
En ambos casos existe un factor común: La dificultad de estabilizar las cuentas fiscales y en consecuencia las cuentas externas. Esto acabó con la caja de conversión desató la conflictividad política y le dió la bienvenida al corralito financiero. En Ecuador de continuar la tendencia observada podría terminar el experimento que suele ser denostado por la cultura de izquierda a la que es tan afecto el actual Presidente del país andino y meridional; para dicha cultura las dolarizaciones representan una entrega absoluta a los dictámenes del Imperio yanqui y una pérdida de soberanía; sin embargo, no existen señales de intentos de revertirlo. Tal vez la historia vuelva a repetirse, nada nuevo en unos países que son muy apegados a ella pero que siguen sin aprender de sus lecciones.

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